lunes, 13 de marzo de 2017

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN EN LAS ANGUSTIAS

 
O dulcíssime Dómine Jesu Christe, verus Deus, qui de sinu summi Patris omnipoténtis missus es in mundum peccáta relaxáre, afflíctos redímere, in cárcere pósitos sólvere, dispérsos congregáre, peregrínos in suam pátriam redúcere, contrítis corde miseréri, doléntes et lugéntes consolári: dignáre, Dómine Jesu Christe, absólvere et liberáre me fámulum tuum de afflictióne et tribulatióne, in qua pósitus sum. Et tu, Dómine, qui genus humánum in quantum homo, a Deo Patre omnipoténte in custódiam recepísti, et ex pietáte tua, crudéli Passióne nobis paradísum pretióso Sánguine tuo mirabíliter mercátus es, et inter Ángelos et hómines pacem fecísti: tu, Dómine Jesu Christe, dignéris: inter me et inimícos meos stabilíre et confirmáre, concórdiam et pacem, et grátiam tuam super me ostendére, et infundére misericórdiam tuam; et omne ódium et iracúndiam inimicórum meórum, quam contra me habent, dignéris extínguere et mitigáre: sicut iracúndiam et ódium Ésau abstulísti, quod habébat advérsus Jacob fratrem suum; ita, Dómine Jesu Christe, super me fámulum tuum bráchium tuum et grátiam tuam extendére, et me liberáre dignéris ab ómnibus me odiéntibus. Et tu, Dómine Jesu Christe, sicut liberásti Ábraham de mánibus Chaldæórum, et fílium ejus Isaäc de immolatióne sacrifícii cum ariéte, et Jacob de manu Ésau fratris sui, et Joseph de manu fratrum suórum, Noë per áream dilúvii, et Loth de civitáte Sodomórum, fámulos tuos Moysen et Aaron, et pópulum Israëlem de manu Pharaónis, et de servitúte Ægýpti, David Regem de manu Saülis et Góliæ gigántis, Susánnam de falso crímine et testimónio, Judith de manu Holoférnis, Daniëlem de lacu leónum, tres púeros, Sidrach, Misach et Abdénago de camíno ignis ardéntis, Jonam de ventre ceti, et fíliam Chananǽæ, quæ erat tormentáta per diábolum, et Adam de profúndo púteo inférni cum pretiosíssimo Sánguine tuo, et Petrum de mari, et Páulum de vínculis; ita me fámulum tuum, dulcíssime Dómine Jesu Christe, Fili Dei vivi, liberáre dignéris ab ómnibus inimícis meis, et succúrre in adjutórium meum, per sancta benefícia tua, per sanctam Incarnatiónem tuam, quam accepísti ut homo de Vírgine María; per sanctam Nativitátem tuam, per famem, per sitim, per frigus, per calóres, per labóres et afflictiónes, per sputa, per álapas, per flagélla, per clavos, per lánceam, per spíneam corónam, per potatiónem fellis et acéti, per sævíssimam mortem crucis, per septem verba, quæ pendens in cruce dixísti, scílicet Deo Patri omnipotenti: “Ignósce illis, quia nésciunt quid fáciunt”. Dixísti, Dómine, latroni in cruce pendenti: “Amen, Amen dico tibi, hódie mecum eris in Paradiso”. Dixísti, Dómine, Patri tuo: “Eli, Eli, lamma sabactháni?”, quod est interpretátum: “Deus meus, Deus meus, ut quid dereliquísti me?” Dixísti, Dómine, Matri tuæ: “Múlier, ecce Fílius tuus”; deinde discípulo “Ecce Mater tua”; osténdens curam te habére tuórum amicórum. Dixísti, Dómine: “Sítio”; scílicet salútem animárum sanctárum, quæ in limbo fuérunt, et nostram cupiéndo. Dixísti, Dómine, Patri tuo: “In manus tuas comméndo Spíritum meum”. Dixísti, Dómine: “Consummátum est”, signíficans labóres et dolóres, quos pro nobis míseris suscepísti, jam finíri. Propter hoc étiam rogo te, Redémptor, Dómine Jesu Christe, ut me fámulum tuum custódias ab hoste malígno, et ab omni perículo hic in præsénti, et in futúro. Defénde me per descensiónem tuam ad ínferos, per sanctam Resurrectiónem tuam, et frequéntem discipulórum tuórum consolatiónem, per admirábilem Ascensiónem tuam, per advéntum Spíritus Sancti Parácliti, per diem treméndi judícii, per hæc ómnia exáudi me, Dómine. Et per cuncta benefícia tua, et étiam pro cunctis benefíciis tuis mihi fámulo tuo collátis: quia tu me fecísti ex níhilo: tu produxísti me: tu ad fidem sanctam tuam perduxísti me: et contra diáboli tentatiónem me præmunísti, vitam ætérnam promitténdo. Propter ista et ómnia ália, quæ óculus non vidit, nec áuris audívit, nec in cor hóminis ascendérunt, rogo te, dulcíssime Dómine Jesu Christe, ut ab ómnibus perículis ánimæ et córporis pro tua pietáte et misericórdia me fámulum tuum nunc et semper hiberáre dignéris; et post hujus vitæ cursum ad te Deum vivum et verum me perdúcere dignéris. Qui vivis et regnas cum Deo Patre in unitáte Spíritu Sancti Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. Amen.
  
TRADUCCIÓN
Oh dulcísimo Jesucristo, verdadero Dios, que del seno del Padre omnipotente fuiste enviado al mundo para expiar los pecados, redimir a los afligidos, liberar a los cautivos, congregar a los dispersos, reconducir a los peregrinos a su patria, tener misericordia de los contritos de corazón, y consolar a los dolientes y angustiados: Dignate, oh Señor Jesucristo, absolver y liberarme a mí, siervo tuyo, de la aflicción y tribulación en que me encuentro. Tú, Señor, que en cuanto hombre, recibiste de Dios Padre omnipotente en custodia al género humano, y por tu piedad, adquiriste mediante tu crudelísima Pasión y tu preciosa Sangre el paraíso para nosotros, e hiciste las paces entre los Ángeles y los hombres: tú, Señor Jesucristo, dígnate establecer y confirmar la concordia y la paz entre mí y mis enemigos, mostrar tu gracia sobre mí e infundir tu misericordia; y dígnate extinguir y mitigar todo el odio y la ira que mis enemigos tienen contra mí. Así como borraste la ira y el odio que Esaú tenía contra su hermano Jacob; así también, Señor Jesucristo, extiende sobre tu siervo tu brazo y tu gracia, y dígnate librarme de todos los que me odian. Y tú, ¡oh Señor Jesucristo!, que liberaste a Abrahán de las manos de los caldeos, y a su hijo Isaac de la inmolación en sacrificio por un carnero, a Jacob de las manos de su hermano Esaú, y a José de las manos de sus hermanos, a Noé del diluvio segador y a Lot de la ciudad sodomita; a tus siervos Moisés y Aarón, con el pueblo de Israel, de las manos de Faraón y de la esclavitud en Egipto, al Rey David de las manos de Saúl y del gigante Goliat, a Susana del falso crimen y testimonio, a Judit de las manos de Holofernes, a Daniel del lago de los leones y a los tres jóvenes Sidrac, Misac y Abdénago del horno encendido, a Jonás del vientre del cetáceo, a la hija de la mujer cananea, que era atormentada por el diablo, y a Adán del profundo del sepulcro con tu preciosísima Sangre, a Pedro del mar y a Pablo de las cadenas; dígnate también, dulcísimo Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, librarme de todos mis enemigos, y correr en mi ayuda, por tu santo beneficio, por tu santa Encarnación, por la cual te hiciste hombre en el seno de la Virgen María, por tu santa Natividad, por el hambre, la sed, el frío, los calores, los trabajos y aflicciones, por los escupitajos, los golpes, el látigo, los clavos, la lanza, la corona de espinas, por la hiel y el vinagre que te dieron a beber, por la cruelísima muerte en la Cruz, por las siete palabras que dijiste pendiendo en la Cruz, a saber: a Dios Padre omnipotente: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Dijiste, Señor, al ladrón arrepentido que colgaba en la cruz: “De cierto, de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Dijiste, Señor, a tu Padre: “Eli, Eli, lamma sabactháni?”, que quiere decir “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Dijiste, Señor, a tu Madre: “Mujer, he ahí a tu hijo”; y al discípulo amado “He ahí a tu Madre”; mostrando el cuidado que tienes por tus amigos. Dijiste, Señor: “Tengo sed”; esto es, que deseas nuestra salvación y la de las almas santas que estaban en el seno de Abrahán. Dijiste, Señor, a tu Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Dijiste, Señor: “Todo está consumado”, significando que los trabajos y dolores que por nosotros, miserables, has padecido, ya terminaron. Por esto te ruego también, ¡oh Señor Jesucristo, Redentor!, para que me guardes del enemigo malo, y de todo peligro presente y futuro. Defiéndeme por tu descenso a los Infiernos, por tu santa Resurrección y las frecuentes consolaciones a tus discípulos, por tu admirable Ascensión, por la venida del Espíritu Santo Paráclito, y por el día tremendo del Juicio, por todo esto escúchame, Señor. Y por aquellos beneficios, y también por todos cuantos me has concedido, porque me creaste de la nada, me dirigiste y me conduciste a tu santa fe, y me proteges contra las tentaciones del diablo, prometiéndome la vida eterna. Por esto y todo lo demás, que el ojo no vio, ni oído alguno escuchó, ni ascendió el corazón humano, te ruego, dulcísimo Señor Jesucristo, para que por tu piedad te dignes librarme ahora y siempre de todos los peligros de alma y cuerpo, y después del curso de esta vida, te dignes conducirme a Ti, Dios vivo y verdadero. Que vives y reinas con Dios Padre en unidad de Dios Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

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