viernes, 7 de julio de 2017

LA TRAMPA DE LA MISA DEL MOTU

Tomado de APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA.

  • Un “rasgo de identidad”… una forma de encuentro… especialmente adecuada para ellos”. Una “sacralidad que atrae a mucha gente”. (Benedicto XVI, sobre sus razones para instituir la Misa del Motu)
  • “Diversidad legítima y diferentes sensibilidades, dignas de respeto… Estimuladas por el Espíritu, que hace que todos los carismas se reúnan en la unidad”. (Juan Pablo II, acerca de la Misa tradicional, a la Fraternidad San Pedro)
  • “Todo en su sistema se explica por impulsos o necesidades internas”. (Papa San Pío X, sobre los modernistas y los sacramentos, Pascéndi)
  
El 7 de Julio de 2007, Benedicto XVI emitió el Summórum Pontíficum, su largamente esperado Motu Próprio permitiendo un uso más amplio de la versión de 1962 de la Misa Latina Tradicional. Su acción no fue una sorpresa para nadie. Como Cardenal, Joseph Ratzinger ya había hablado favorablemente muchas veces sobre la Misa antigua. He aquí algunas disposiciones destacadas de su Motu Próprio y de la carta que lo acompaña:
  • La Nueva Misa de Pablo VI es la expresión “ordinaria” de la “ley de la oración”(lex orándi), mientras que la versión de Juan XXIII de la Misa antigua es la expresión “extraordinaria”. Ellas son “dos usos del único Rito Romano”. (Motu Proprio, ¶1)
  • Cualquier sacerdote puede celebrar la Misa del “Beato Juan XXIII” privadamente. (¶2)
  • En las parroquias donde haya un grupo estable de fieles “apegados a la tradición litúrgica anterior”, el párroco deberá acceder a sus peticiones para la celebración de la Misa del 62. (¶5.1)
  • Dichas celebraciones se pueden realizar en días de semana, “en tanto que en los domingos y días festivos puede haber una de estas celebraciones”. (¶5.2)
  • Las lecturas de la Escritura pueden ser proclamadas en lengua vernácula. (¶6)
  • El rito antiguo puede ser usado, cuando sea pedido, para bodas y funerales (¶5.3), y el párroco puede permitir usar los ritos antiguos para administrar también otros sacramentos. (¶9.1)
  • El Obispo diocesano puede establecer una “parroquia personal” para dichas celebraciones. (¶10)
  • La Nueva Misa y la antigua no son “dos Ritos”, sino un uso doble de “un único y mismo Rito”. (Carta a los Obispos)
  • El Misal antiguo “nunca fue jurídicamente abrogado, y por consiguiente, en principio, estuvo siempre permitido”.
  • Los dos ritos “se enriquecen mutuamente”.
  • Nuevos santos y nuevos prefacios del Nuevo Misal “pueden y deberían ser incluidos en el antiguo”.
  • “No hay contradicción” entre los dos ritos.
  • Sacerdotes de comunidades que se adhieren al uso antiguo “no pueden, como principio, excluir celebrar según los nuevos libros”.
Entonces, ahora que la “Misa del Motu” ha llegado finalmente, ¿qué deberíamos hacer al respecto? He aquí algunas consideraciones preliminares.
   
I. ASPECTOS POSITIVOS
  
1. Admisión de un fracaso
Como seminarista en la década de 1960, viví la revolución litúrgica desde dentro, y a partir de entonces he leído comentarios sobre la reforma formulados por los mismos que la dirigieron: Bugnini, Jungmann, Braga, Wagner, Patino, Botte, Vaggagini, Brandolini, y muchos otros.
   
En aquellos días y para estos hombres, no había lugar a ninguna cuestión acerca de permitir la supervivencia de la Misa anterior al Vaticano II, ni siquiera sobre bases restringidas. El nuevo rito de la Misa en el Misal de 1970 de Pablo VI se convertiría en la Misa del Rito Romano, y punto, y sería un gran paso hacia adelante para la Iglesia.
  
Esta era la intención del mismo Pablo VI. En noviembre de 1969, poco antes de que su Misa Nueva fuera introducida en las iglesias del mundo entero, él desarrolló este tema en dos Audiencias Generales:
  • “[La reforma litúrgica] es un paso adelante de genuina tradición [de la Iglesia]. Es un signo evidente de fidelidad y vitalidad… No es una moda, ni un experimento fugaz u optativo, la invención de unos diletantes… Esta reforma pone fin a incertidumbres, discusiones y abusos arbitrarios. Nos llama de regreso a aquella uniformidad de ritos y actitudes que es propia de la Iglesia Católica… El lineamiento fundamental de la Misa es todavía el tradicional, no solo teológica, sino también espiritualmente. Ciertamente, si el rito es llevado a cabo como debiera, se hallará que el aspecto espiritual tiene mayor riqueza”…
  • “No hablemos, pues, de una nueva Misa, sino de una nueva era en la vida de la Iglesia”.
    
La nueva era ahora se acabó. Durante cuatro décadas de “mayor riqueza”, las ordenaciones en E.E.U.U. declinaron en un 72%, la matrícula para seminarios en un 90%, seminarios 66%, hermanas educadoras 94%, matrícula a escuelas católicas 55%, y asistencia a Misa alrededor de 60%.
  
En la década de 1990 una nueva generación de clérigos comenzaron a alejarse del rito de Pablo VI y a mirar con anhelo al Misal Tridentino. Graduados de diversos seminarios diocesanos buscaron ornamentos de la vieja usanza, tomaron cursos sobre las rúbricas anteriores al Vaticano II, celebraron la Misa tradicional a escondidas, y generalmente esperaban algo más Católico que lo que se hallaba en el nuevo rito.
  
Si la Nueva Misa hubiera sido un éxito, esto nunca hubiera pasado. La Misa del Motu es una admisión del fracaso del Novus Ordo.
   
2. Quitar el estigma
Desde 1964 hasta 1984, la jerarquía modernista trató a aquellos que querían la Misa antigua como parias, chiflados y trogloditas.
  
Sin embargo, el Indulto de 1984 y después la constitución de la Comisión Ecclésia Dei en 1988 quitaron algo del estigma de promover la “Misa Latina”.
  
Para muchos, la Misa del Motu de Ratzinger legitima aún más las prácticas litúrgicas anteriores al Vaticano II.
  
3. Una causa de división en el campo enemigo
A pesar de las elaboradas garantías que Ratzinger trató de establecer, la Misa del Motu causará conflicto inevitablemente entre los adherentes al Vaticano II.
   
No sé qué pasa en otras partes del mundo, pero probablemente puedo predecir la forma en que esto se desarrollará en las zonas suburbanas de los Estados Unidos, donde reside actualmente la mayoría de los católicos del Novus Ordo. Allí, en iglesias arquitectónicamente indistinguibles de cadenas de restaurantes y filiales bancarias, comités de laicas “autorizadas” y agresivas, tanto asalariadas como voluntarias, junto con las ocasionales y liberadas “religiosas”, ahora dictan las políticas y prácticas parroquiales. A ellas y a sus conciudadanos les gusta la Misa y la religión fácil del Vaticano II tal como es.
   
Si un neo-coadjutor (el típico “Padre Pepe”, de más de 30 años, con sobrepeso y en su segunda profesión) anunciara que, gracias al Motu Proprio, él estará exhibiendo todo el arsenal litúrgico antiguo que compró en “eBay” y empezara a celebrar la Misa antigua en latín los domingos a las 10 de la mañana, una insurrección de proporción parroquial, a la que no le faltarían las protestas al obispo y una masiva campaña mediática, sería organizada por el soviet de mujeres.
   
Multipliquen esto en unas cuantas parroquias por diócesis, y podrán ver los conflictos que la Misa del Motu podría causar en el enemigo. Una casa dividida no puede mantenerse en pie, y las divisiones que profundicen la descomposición de la nueva religión solo pueden acelerar la restauración de la antigua, ¡quod Deus det!
    
4. Bengalas de advertencia para los Tradicionalistas comprometidos
La mayoría de los viejos tradicionalistas detestan cualquier modificación de la Misa. Ratzinger, no obstante, dio a entender que hay algunos cambios que podrían estarles esperando en su Misa del Motu local: fiestas de nuevos santos, prefacios nuevos y lecturas en vernáculo; ni siquiera ha quedado claro si no habrá que usar incluso el leccionario de Bugnini.
  
¡Qué bien! Bromear así con la Misa antigua hará que los viejos estén muy inquietos, les alertará sobre el juego de Ratzinger (eso espera uno), e incluso quizá los inicie en el camino de pensar que modernistas como Ratzinger son el problema, no la solución, para los verdaderos Católicos.
    
5. Refregando por las narices de los sacerdotes la Nueva Misa
Desde 1988 Juan Pablo II y Ratzinger han aprobado un gran número de comunidades religiosas semitradicionalistas (Fraternidad San Pedro, Instituto Cristo Rey, Instituto del Buen Pastor, etc.), a las que les está permitido usar el Misal del 62 y otros ritos anteriores al Vaticano II. Estos grupos han resguardado a muchos clérigos que detestaban la Nueva Misa de ser forzados a celebrarla.
   
Ya no más. Ratzinger les arroja un misil: “No hace falta decir que, a fin de experimentar la comunión plena, los sacerdotes de las comunidades que adhieren al uso antiguo no pueden, por principio, excluir celebrar de acuerdo a los nuevos libros. La exclusión total del nuevo rito no sería, de hecho, coherente con el reconocimiento de su valor y santidad”.
   
Otra vez, ¡qué bien! Cuanto más los sacerdotes de estos institutos se vean personalmente enfrentados con el mal de la Nueva Misa, más pronto se darán cuenta de las irreconciliables contradicciones de su propia posición.
   
6. Introducción a las verdaderas cuestiones
Aunque la Misa de Juan XXIII que Ratzinger autoriza es una versión mutilada de la íntegra liturgia tradicional, todavía conserva bastante de la antigua como para demostrar que, en comparación, la Nueva Misa de Pablo VI representaría una religión enteramente nueva, “centrada en el hombre”, como orgullosamente proclamara uno de sus creadores, el P. Martín Patino.
   
Para muchos católicos, el camino para hacerse tradicionalistas comenzó cuando encontraron una Misa Latina tradicional por primera vez y la compararon con el rito neo-protestante celebrado en sus parroquias. Con la Misa del Motu, la posibilidad de dichos encuentros se multiplica exponencialmente.
  
Esto sin duda llevará a muchas almas sinceras y reflexivas a mirar más allá de la cuestión litúrgica al problema mayor, el doctrinal -las herejías del Vaticano II y los papas posconciliares- y eventualmente abrazarán la única posición lógica para un fiel católico: el sedevacantismo.
   
II. ASPECTOS NEGATIVOS
   
1. Captados por el Subjetivismo modernista
Porque todavía piensan en antiguas categorías religiosas católicas, los tradicionalistas que promovieron la Misa del Motu considerarán su aprobación como una clamorosa derrota para el modernismo.
   
En realidad, ha ocurrido otra cosa: con la Misa del Motu, los modernistas ahora captarán a los tradicionalistas confiados para su propio programa subjetivista.
   
El Papa San Pío X condenó el modernismo porque (entre otras cosas) rechazaba el dogma y exaltaba el “sentido religioso” del creyente. Y todos los pronunciamientos vaticanos que autorizan el uso de la Misa tradicional -desde el Indulto de 1984 en adelante- lo hacen sobre la base de categorías modernistas escurridizas y subjetivas como “diferente sensibilidad”, “sentimientos”, “legítima diversidad”, “gusto”, distintos “carismas”, “expresiones culturales”, “apego”, etc.[1]
   
Ratzinger toca ahora repetidamente este tema: “apego”, “afección”, “cultura”, “familiaridad”, “rasgo de identidad”, “querido a ellos”, “atracción”, “forma de encuentro”, y “sacralidad que atrae”.
  
Todo se reduce a lo subjetivo.
  
Dejen que los tradicionalistas que lo promovieron digan lo que quieran. Para Ratzinger, la Misa del Motu los convierte simplemente en un color más de su arco iris del Vaticano II.
   
2. Una capilla lateral en una Iglesia Ecuménica
Como hemos señalado repetidamente en otras ocasiones, la contribución personal de Joseph Ratzinger a la larga lista de errores del Vaticano II, es su herejía de la “Frankenchurch”. Para él, la Iglesia es una “comunión”: un tipo de iglesia ecuménica, una única iglesia mundial, a la cual pertenecen por igual católicos, cismáticos y herejes, cada uno de los cuales posee “elementos” de la Iglesia de Cristo, sea “plena” o “parcialmente”. Según su Catecismo, todos forman parte de un grande y feliz “pueblo de Dios”.
   
Bajo este techo, algunos gustan de coros luteranos, misas con guitarra, canto gregoriano, comunión en la mano, monaguillas, ministros eucarísticos laicos, liturgias “inculturadas” hindúes y africanas, y música mariachi. Otros (en “comunión parcial” con Ratzinger) gustan sombríos cantos ortodoxos, música rock, sacerdotisas, aromas y campanas anglicanos, cánones en los que faltan las palabras de la consagración, llamados desde el altar del tipo “¡acepta a Jesús como tu salvador personal!”, y credos sin Filióque.
   
Por lo tanto, difícilmente sorprenda que Ratzinger ofrezca a los tradicionalistas la Misa del Motu, y junto con ella, una amplia y cómoda capilla lateral en su iglesia ecuménica. Simplemente una opción más…
   
Y de hecho, el P. Nicola Bux, un funcionario del Vaticano que estuvo involucrado en la redacción del borrador del Motu Proprio, lo llamó justamente eso: un “aumento de las opciones”.
   
Y, por supuesto, hay un precio que pagar.
   
De acuerdo al Motu Proprio de Ratzinger y a su carta adjunta, el Novus Ordo -el sacrilegio ecuménico, protestante, modernista, que destruyó la fe católica en todo el mundo- es la “expresión ordinaria de la ley de oración de la Iglesia Católica”. La Misa del Motu de ustedes -la Misa verdadera, podrían preferir llamarla- es meramente “extraordinaria”. La nueva y la antigua son simplemente dos usos del mismo Rito Romano.
   
Si aceptas la Misa del Motu, la compras con todo esto, y te conviertes en un socio efectivo de la Iglesia ecuménica mundialista de Ratzinger.
   
3. Rituales Católicos, Doctrinas Modernistas
Durante décadas los tradicionalistas marchaban al grito de “¡Es la Misa lo que importa!”.
   
Pero últimamente esto es simplemente un eslogan. Te puedes ir al Cielo sin tener la Misa Católica, pero no puedes ir al Cielo sin tener la Fe Católica.
   
Ahora Ratzinger les dará la Misa, ¿pero les dará la Fe? Aquellos que acepten su generosa oferta, ¿serán libres de condenar el Novus Ordo, los errores del Vaticano II y las falsas enseñanzas de los papas posconciliares?
   
Para averiguarlo, uno solo necesita mirar a la Fraternidad San Pedro, al Instituto Cristo Rey, y a las demás organizaciones que ya celebran la Misa antigua bajo los auspicios de la Comisión vaticana Ecclésia Dei.
  
Sus clérigos se atreven, a lo sumo, a hacer alguna crítica ocasional y amable sobre “deficiencias” o “ambigüedades” de la nueva religión. Y hoy son hombres vendidos. Su principal preocupación será ahora similar a la del ala de la “Hight Church”, mantener lo externo del catolicismo, especialmente su culto. Pero el corazón del catolicismo -la fe- ha desaparecido.
   
Así, mientras un sacerdote neo-conservador que ofrece una Misa del Motu podría ahora sentirse encantado cantando las antiguas colectas con su lenguaje “negativo” sobre el infierno, la retribución divina, los judíos, los paganos, los herejes y demás, debería recordar que el Vaticano II abolió los presupuestos doctrinales sobre los cuales estaba basado este lenguaje [2].
    
Para el buen Padre y su congregación, la lex orándi que ellos observan (la Misa tradicional) no tiene conexión alguna de ningún tipo con su lex credéndi oficial (la religión del Vaticano II).
   
Desde sus inicios en el siglo XIX, el modernismo buscó crear una religión que estuviera divorciada del dogma, pero que, no obstante, satisficiera el “sentido religioso” del hombre. Es irónico que esta religión autocontradictoria y libre de dogmas esté ahora plenamente realizada en el Motu de la Misa de Ratzinger.
   
4. Sacerdotes que NO son sacerdotes ofrecen misas inválidas
“Una vez que no haya más sacerdotes válidos, ellos permitirán la Misa Latina”.
   
Esta fue la predicción que hizo a mediados de la década de 1970 el Padre capuchino Carl Pulvermacher, un viejo sacerdote tradicionalista que trabajaba con la FSSPX y era un editor de su publicación estadounidense The Angelus.
   
Fue además profético. En 1968 los modernistas formularon un nuevo Rito de Consagración Episcopal que es inválido: no puede crear un verdadero obispo [3]. Alguien que no es un verdadero obispo, por supuesto, no puede ordenar un verdadero sacerdote, y todas las misas -latinas tradicionales o del Novus Ordo- ofrecidas por un sacerdote inválidamente ordenado son asimismo inválidas.
   
De modo que cerca de cuarenta años más tarde, cuando quedan pocos sacerdotes válidamente ordenados gracias al Rito de Consagración Episcopal posconciliar, el modernista Ratzinger (él mismo inválidamente consagrado en el nuevo rito) autoriza la Misa tradicional.
   
En consecuencia, como resultado del Motu Proprio, las Misas latinas tradicionales empezarán a ser ampliamente celebradas en todo el mundo; los cánticos y la música de Palestrina resonarán magníficamente en iglesias engalanadas, deslumbrarán los ornamentos de telas doradas, nubes de incienso llenarán los ábsides barrocos, predicadores con puntillas proclamarán el retorno de lo sagrado, clérigos con rostro solemne oficiarán con toda la perfección de las rúbricas que permitan los mutilados ritos de Juan XXIII.
   
Pero la Misa del Motu será un espectáculo vacío. Sin obispos verdaderos, no habrá sacerdotes verdaderos; sin sacerdotes verdaderos, no habrá Presencia Real; sin la Presencia Real, no habrá Dios que recibir y adorar, solo pan…
   
III. DECIR NO AL MOTU…
   
A la larga, la Misa del Motu contribuirá a la decadencia sostenida de la religión posconciliar y eventualmente a la muerte del Vaticano II - el “bebé demonio” de Ratzinger, para el que el Limbo nunca fue una opción. Ante todo esto, solo podemos alegrarnos.
  
En el corto plazo, sin embargo, muchos tradicionalistas ingenuos se verán atraídos por la Misa del Motu por conveniencia, o ante la perspectiva de “pertenecer a algo más grande”. Pero los aspectos negativos de asistir realmente al Motu son puro veneno. He aquí dos puntos clave para recordar:
  1. En la mayoría de los casos, tu Misa del Motu local será inválida, porque el sacerdote que la ofrece ha sido ordenado por un obispo inválidamente consagrado. Incluso algunos parroquianos del Indulto ya evitan las misas de los sacerdotes de la FSSP por esta razón.
  2. La Misa del Motu forma parte de una religión falsa. Seguramente, tienes tu misa latina “aprobada” y tal vez incluso tu Catecismo de Baltimore. Pero tus correligionarios en la iglesia conciliar también tienen su misa y su catecismo, todos también “aprobados”.
Al asistir a la Misa del Motu, te conviertes en parte de todo esto y afirmas que las diferencias entre ti y los que siguen el camino a San Teilhard son meramente cosméticas: “legítima diversidad y sensibilidades diferentes, dignas de respeto… estimuladas por el Espíritu”, como decía Juan Pablo II a la Fraternidad San Pedro acerca de su apostolado de ofrecer la Misa antigua.
   
Pero si como fiel católico, te disgusta el pensamiento del compromiso con la herejía y de convertirte en un color más en el arco iris litúrgico y doctrinal de los modernistas, solo tienes una opción: ¡Decir no al Motu!
   
Padre Anthony Cekada
7 de Julio de 2007
  
NOTAS
[1] Indulto de 1984: para los católicos que están “apegados” a la Misa Tridentina. Carta Ecclésia Dei (1988) de Juan Pablo II: La Misa antigua forma parte de una “riqueza para la Iglesia de una diversidad de carismas, tradiciones de espiritualidad y apostolado, que también constituyen la belleza de la unidad en la diversidad; de esa armonía combinada que la Iglesia terrena eleva al Cielo bajo el impulso del Espíritu Santo… Debe mostrarse respeto por los sentimientos de todos aquellos que están apegados a la tradición litúrgica latina”. Juan Pablo II se dirige en 1990 a los benedictinos de Le Barroux: La Misa tradicional está permitida porque la Iglesia “respeta y estimula las cualidades y talentos de las diversas razas y naciones… Esta concesión tiene por objeto facilitar la unión eclesial de las personas que sienten apego por estas formas litúrgicas”. Carta del Cardenal Mayer de 1991 a los Obispos de Estados Unidos: “diversidad” y respeto por los “sentimientos”. Alocución del Cardenal Ratzinger de 1988, en Roma, a los tradicionalistas: “Diferente énfasis espiritual y teológico… esa riqueza que pertenece a la misma y única fe católica”. Cardenal Castrillón-Hoyos, mayo de 2007: “expresión ritual que gusta a algunos… esta sensibilidad”. Ver también la alocución de Juan Pablo II a la Fraternidad San Pedro en octubre de 1998.
[2] Por cierto, cuando la noticia del Motu Proprio comenzó a circular, los judíos presentaron protestas contra la restauración de las antiguas oraciones por su conversión. ¿Y por qué no? ¿Acaso el Vaticano II no les había asegurado su victoria?
[3] Ver “Absolutamente Nulo y Totalmente vano”, “Por qué los Nuevos Obispos no son Verdaderos Obispos”, y “Siempre Nulo y Siempre Vano”, en www.traditionalmass.org. Los reformadores cambiaron completamente la forma sacramental esencial: la frase del rito que contiene todo lo necesario y suficiente para consagrar verdaderamente a un obispo. En el proceso, eliminaron una idea fundamental: el poder para conferir Órdenes Sagradas que recibe el obispo. Si se modifica una forma sacramental de tal manera que se elimine una idea esencial, la forma se vuelve inválida.

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