jueves, 2 de noviembre de 2017

MORA CON NOSOTROS, SEÑOR

Oh Jesús, tú dijiste a tus apóstoles y a nosotros todos en sus personas: «morad conmigo, como yo en vosotros» (Juan XV, 4). Resuena otra vez en mis oídos, voz suave y querida, palabra encantadora de mi Salvador.
  
Sí, «quédate con nosotros, Señor, porque el día baja y se hace ya tarde» (Lucas XXIV, 29). Las olas de las tribulaciones han subido hasta nosotros; las alegrías del fervor se han cambiado en suspiros, y el soplo de las tentaciones ha removido nuestra alma hasta en sus íntimos pliegues. «Quédate con nosotros», oh tú, paz, refugio y consuelo de los corazones atribulados. Nuestros ojos te imploran, y nuestra alma alterada suspira por ti. «Quédate con nosotros», no sea que nuestra caridad se entibie y nuestra luz se extinga en la noche; porque «el día baja y se hace ya tarde».
  
Ya ha llegado la tarde de mi vida: ya mi cuerpo cede a la violencia de los dolores; la muerte me cerca, mi conciencia se turba, tiemblo al pensamiento de tu juicio, Señor, Señor. «Se hace tarde, el día declina; quédate con nosotros». «En tus manos entrego mi espíritu (Lucas XXIII, 46)». En ti solo está mi salud; hacia ti solo sé levantar mis miradas. «Quédate con nosotros», a fin de que emancipándose el alma en la tarde de la vida por medio del fervor del yugo de las tribulaciones, le preparen la oración y el amor una dulce hospitalidad en el seno de Dios.
 
Oh Jesús, vida de los vivos, resurrección de los muertos, salud eterna de los creyentes, yo te adoro y pongo toda mi esperanza en Ti. Por tu pasión, por tu muerte, por tu sepulcro, resucita mi alma de la muerte. (San Bernardo, en Tesoro de los Santos, Dijón, 1826).

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