jueves, 15 de marzo de 2018

SEGUIR LA CORRIENTE ES COBARDÍA

Conferencia dada por el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y cooperadores de la TFP el 14 de Marzo de 1966. Tomada de PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA.
  
San Clemente María Hofbauer (1751-1821), canonizado por San Pío X en 1909, y proclamado patrono de Viena en 1914 por aquel mismo Papa Santo. Su fiesta se conmemora el día 15 de marzo.
   
San Clemente María Hofbauer (1751-1821), sacerdote redentorista, es conocido por el extraordinario impulso dado al apostolado de los laicos en la época de la Revolución francesa y de la Restauración. Quiero meditar, sin embargo, en un episodio de sus años en el seminario:
«Estudiaba Clemente en Viena, siguiendo el curso de Teología, pues pretendía, cuando pudiese, ordenarse sacerdote. Pero pronto se dio cuenta de que algunos de sus profesores, no queriendo huir del racionalismo del siglo, procuraban una extraña conciliación entre la doctrina católica y el iluminismo. Clemente, desde muy joven, era dotado de un sentimiento muy seguro que le indicaba con precisión cuál es la verdadera doctrina católica. Así, al oír aquellas doctrinas falsificadas, se sentía dolorosamente constreñido.
   
Un día, terminada la clase, fue a manifestar al profesor ciertas dificultades. El profesor, admirado, explicó al estudiante que el siglo en el que vivían difícilmente seguiría una doctrina tradicional, pues sólo aceptaba el lenguaje de la pura inteligencia, tanto en el púlpito como en la cátedra universitaria. Y concluyó: “Tenemos que seguir la corriente, si no queremos quedarnos atrás”. Responde el pobre ayudante de panadero:Seguir la corriente es cobardía, pues es contra las corrientes que debemos luchar. La melodía equivocada no se torna menos desafinada por la simple razón de que la acompañemos bajito. El que quiera indicar el camino a nuestro tiempo, que vaya a encender su rayo de luz en la propia Revelación”.
   
Dijo el profesor: “Hofbauer. tendrás un día que predicar ante bancos vacíos. Nuestro tiempo no soporta más ese lenguaje”.
   
Respuesta: “Entonces, ya llegó la época anunciada por San Pablo: Vendrá tiempo en que no habrán de soportar la sana doctrina. ¿Qué diría San Paulo de sus opiniones, profesor?”.
  
En otra ocasión un profesor dijo en la clase que la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María no pasaba de una piadosa leyenda. En el siglo XIX no debía ser mencionada ante un auditorio. Se levanta Clemente indignado: “Profesor, esa doctrina no es la católica”. Y se retiró de la sala. “Tal vez un día haya más luz dentro de esa cabeza de campesino”, gritó atrás de él el maestro. Pero fue obligado a interrumpir la clase, pues los estudiantes vaciaron la sala siguiendo a Hofbauer».

Es interesante notar la identidad de métodos de la Revolución. El siglo XVIII nos parece viejo: es el tiempo de la litera, de la pollera ancha, del sombrero de tres picos… El siglo XIX también. Todo se pierde en el mismo fondo histórico. Pues en este siglo los hombres se reputaban “modernísimos” y ya venían con la idea de que era preciso, ante la Revolución, adoptar la táctica del “ceder para no perder”. Es la misma impiedad expresándose de las mismas maneras y procurando acobardar de la misma forma…
  
Otra cosa es la amenaza. “Tú, cuando te ordenes, predicarás para bancos vacíos”. Es lo que nos dicen a nosotros: “La doctrina de vosotros no es capaz de arrastrar a los hombres de hoy”. Pero, en realidad, la situación no está tan comprometida como dicen. Está comprometida por causa de las cabezas dirigentes; allí está comprometidísima. Es un hecho que en la base está gravemente comprometida, pero mucho menos que en las cabezas dirigentes. Habiendo coraje, las personas van atrás. Es cuestión de decir todo por completo. Éste es el verdadero problema.
 
Es también interesante ver cómo la posición de San Clemente Hofbauer es la del contra-revolucionario (lo serán también, explícitamente, sus posiciones como sacerdote): él combate al “ceder para no perder”, no cede ante la amenaza de predicar para bancos vacíos. Y, si esto fuere a suceder, su conclusión es que llegó el fin de los tiempos, lo que –evidentemente– su profesor modernoso no quiso considerar. Una de las características del progresismo es que no hay fin de los tiempos (posibilidad que no merece para ellos la menor consideración), sino, al contrario, es preciso aprovechar esta época para gozar de la vida  sin problemas practicando el arte del compromiso. El mismo espíritu que se opone a San Clemente María Hofbauer en los siglos XVIII y XIX sigue vivo aún hoy.
 
Vosotros veis cómo es verdadera aquella doctrina cuyo enunciado está esculpido en el pupitre de la sala del Reino de María en la sede principal de la TFP [actual sede del Instituto Plinio Correa de Oliveira, N. del E.], en la paulista calle Maranhão: “el resto volverá”. La continuidad de la misma batalla entre el espíritu bueno y el espíritu malo a lo largo de los siglos. Por eso los contra-revolucionarios no somos un grupo que apareció de repente, sino un eslabón de la más magnífica y majestuosa de las cadenas, o sea de los que son esclavos de la Santísima Virgen que pisan la cabeza de la serpiente.
  
Detalle del pupitre para las conferencias en la sala del Reino de María, en sede principal del IPCO: El león de la izquierda lucha contra una serpiente bicéfala que simboliza el orgullo y la sensualidad, las dos fuerzas propulsoras de la Revolución. El de la derecha se enfrenta a una serpiente de tres cabezas, símbolo de las tres Revoluciones (Protestante, Masónica y Comunista). Al centro, la frase “Resíduum revertétur: el resto volverá”. El año de 1571 evoca la victoria de la Cristandad en Lepanto.
  
Vemos esto por la identidad de los contra-revolucionarios de hoy con San Clemente Hofbauer y todos sus antecesores, de un lado. Y, de otro lado, la identidad de los enemigos actuales de la Contra-Revolución con los enemigos de otrora. Todo indica, pues, que esa lucha no es de hoy, ni es una lucha solamente; es una lucha que fue de ayer y será de mañana, hasta el fin de los siglos.
  
Se trata, pues, de una cadena de oro que comenzó en las más antiguas raíces del Antiguo Testamento y que irá hasta el último momento de aflicción, en que los últimos católicos estarán aún vivos, temiendo que está todo perdido, cuando viniere el Hijo del Hombre, con gran pompa y majestad, para juzgar a los vivos y a los muertos y la Historia terminará.
  
Entonces, esa cadena estará completa y, con la gracia de la Santísima Virgen, todos sus miembros se encontrarán en el Cielo.

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